Hasta
el más mínimo detalle de los secretos del henequén conocen las mujeres y
hombres que integran la brigada especializada en esta planta, la mayoría con
varios años de experiencia en la labor.
Antes
del triunfo de la Revolución ya existía la henequenera en Mariel. Varias
décadas transcurrieron hasta que en 2009 la industria paró por un accidente,
ocasionado al desprenderse una de las voladoras de la máquina, y destruirse
prácticamente en su totalidad.
“A
partir de ese momento continuó el mantenimiento a las plantaciones, la siembra
de viveros y la directa en el campo, así como el corte de mazos; estos últimos,
los enviaban a la desfibradora de Matanzas para procesarlos.
“Luego
traían nuevamente la producción final para comercializarla, y los costos de
transporte la encarecían”, comenta Jesús Columbié, especialista principal de la
brigada, adscripta a la UEB Forestal Integral Artemisa.
La
mayoría de los trabajadores vive en el poblado conocido como Henequén, en
alusión a su principal fuente de empleo. De manera que un nuevo acontecimiento,
en julio de 2014, fue bien acogido: el comienzo de la reanimación de la
industria, con el consecuente beneficio de varios locales.
Fue
rescatada la prensa, gracias al accionar de la Empresa Forestal Integral Costa
Sur (a la cual pertenecen) y al apoyo de los propios obreros. Dos meses más
tarde recibieron una máquina desfibradora de henequén, procedente de Brasil y
con capacidad para producir de 1,8 a 2 toneladas de fibra seca en ocho horas.
“Se
montó esta máquina y otra en Cienfuegos, ambas con tecnología nueva, única en
el mundo, pues solo Brasil fabrica equipos para el desfibrado de henequén”,
sostiene José Antonio Quintana, especialista en esta agroindustria, del
Ministerio de la Agricultura.
A
mediados de noviembre fue la puesta en marcha, con la presencia de
especialistas del país suramericano. Y, a modo de prueba, el año pasado
obtuvieron cinco toneladas de fibras.
“Mariel
fue un polo productor con excelentes resultados; el henequén de esta zona tiene
buen rendimiento y calidad. En la década del 70 lograron 4 000 toneladas. Al
parar la industria, con el paso del tiempo, muchas plantaciones se
deterioraron”, agrega Quintana.
Tradición
arraigada
Desde
los 24 años Ana Rosa trabaja en este sitio, y próximamente cumplirá un cuarto
de siglo vinculada a tales labores. “He hecho de todo; seguí una tradición,
pues gran parte de mi familia pasó por aquí”.
Como
ella, Esperanza, Juan, Fe María y otros han estado apegados durante mucho
tiempo a la henequenera, y de 7:00 de la mañana a 4:00 de la tarde unen sus
esfuerzos en pos de un objetivo común.
Jóvenes
como Alejandro y Yorislandy también se suman a la tarea, y hay hasta quienes
retornan: Marta Teresa, la jefa de la brigada industrial, trabajó durante unos
cinco años antes de cesar las operaciones, y volvió en julio de 2014.
“El
proceso de desfibrado es de vital importancia, para la obtención y venta de los
productos derivados de este, con la mejor calidad”.
Este
año los 68 integrantes de la brigada tienen la misión de cumplir un plan de
siembra de 134 hectáreas, y aspiran obtener 130 toneladas de fibras. Entre las
producciones principales, a partir de estas, se encuentran sogas, cordeles,
tendederas, plumeros y brochas.
Actualmente
recuperan el jugo del henequén para comercializarlo (ya tienen 480 litros), y
contrataron los desechos para venderlos como alimento animal. Poseen clientes,
además, en La Habana, Pinar del Río y Mayabeque.
Tras
cinco años dedicados solo a la siembra y el corte, los henequeneros han vuelto
a sus menesteres diarios con nuevos bríos.