De la mano de temas ya tradicionales aclamados por el
público y otros “no tan conocidos por las nuevas generaciones”, Gerardo Alfonso
compartió parte de su quehacer con jóvenes de centros educacionales de la
provincia.
Durante las últimas semanas, estudiantes del IPVCE
Mártires de Humboldt 7, la Escuela Pedagógica Abel Santamaría, el IPU Eduardo
García Lavandero y el IPOL Juan Manuel Castiñeiras acogieron al conocido
cantautor.
En este último centro, cursó estudios de
Electroenergética el intérprete a finales de la década del ‘70.
“Regresar, después de 33 años de carrera, a la escuela donde me inicié, en el
mismo pasillo central, es un placer tremendo. Por ese tiempo yo empezaba a
hacer canciones y en las noches componía. Esas experiencias formaron más tarde
al artista que soy.”
En esta oportunidad, acompañado por Jessica y Janet
Menéndez, hizo vibrar al público con temas como Ser o no ser, Cuando no nos queda
otro lugar, Quisiera
y los tan solicitados Son los sueños todavía
y Sábanas blancas,
entre otros de su autoría.
Sobre sus experiencias en estos centros aseguró que
"resulta
muy interesante cada encuentro con los jóvenes, en algunos casos he logrado más
comunicación que en otros, hay lugares donde se identifican con los textos de
las canciones y ha resultado fácil cantar cualquier tema, en otros, ha
sido el ritmo el móvil con que he logrado comunicar. Siempre constituye un reto
acercarse a este público.
“Hay
que hacer mucho trabajo con la juventud en materia cultural, poner a funcionar
los métodos de comunicación más idóneos y emprender iniciativas que los
motiven.”
Referente a los proyectos en los cuales está inmerso
actualmente comentó que trabaja “en un disco sinfónico que lleva por
nombre La luna,
y tiene a esta como hilo conductor. Hace varios años pretendo hacerlo realidad
pero se paralizaron los intentos por cuestiones de presupuesto y ahora lo
retomo nuevamente. Además, estoy enfrascado en otro disco, titulado La ruta del esclavo,
que también debe salir para el próximo año.
“Y
con las muchachas del grupo tengo un proyecto que se llama Té de jazmín,
donde ellas son las protagonistas. Es como si el grupo tuviera dos caras, una
en la que me acompañan a mí, y otra en la que las acompañamos a ellas.”
Espacios
de este tipo hay que rescatarlos, sobre todo entre los más jóvenes, en un afán
por no dejar a un lado las particularidades que distinguen a la música cubana.
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